
Suena fuerte y constante la alarma del auto. Para nadie pareciera sonar. Pasa el rato, algunos pasan a su lado y nada. Ni miran, ni comentan, ni se enteran. Luego la alarma se calla cansada de tanto gritarse muda. Pudo haber pasado cualquier cosa, pero no. Todo sigue igual.
Más tarde dicen en la tele que hubo un robo, esto no puede seguir así, mandan las opiniones desde un sillón a pagarse en el futuro. Los discursos, las medidas, nuevas leyes y otros tantos etcéteras. Es cómodo, eso sí, vaya comodidad, tremenda comodidad tan confortada de pequeñeces reclinables. La alarma volvió a sonar, y todo se volvió a repetir.
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